Historia

“Desde 1538, y por privilegio del Emperador don Carlos, que la separó de Almagro […] tomó la villa por armas las águilas imperiales, la cruz de Calatrava a cuya Orden perteneceía, el castillo origen del pueblo y Toisón de oro.”
Los orígenes históricos más remotos de Valenzuela de Calatrava se sitúan en un pequeño castillo de época andalusí, probablemente almorávide, se piensa que construido sobre el actual solar de la parroquia. A parte, en el término municipal se ha hallado restos de época ibérica, romana y visigoda. Es en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) cuando todo el Campo de Calatrava es conquistado definitivamente por la Corona de Castilla y entregado para su repoblación y defensa a la Orden Militar de Calatrava. A partir de entonces los privilegios maestréales serán fundamentales para la repoblación de las nuevas villas o aldeas. En 1322 el Maestre D. Juan Núñez de Prado cedió a los vecinos de Valenzuela la Dehesa del Jucar de la Nava (1322) para que sus rebaños pudieran pastar, lo que contribuyó enormemente a su repoblación, convirtiéndose en una de las 130 encomiendas de la Orden de Calatrava (1331).

El nombre de Valenzuela tradicionalmente se ha relacionado con la fertilidad de su tierra. Según el historiador Inocencio Hervás y Buendía se trataría de un diminutivo de Valencia por su situación en zona de huertas; en las Relaciones Topográficas de Felipe II (1ª contestación) se dice que se llamó Valencia de los olores «respecto de los huertos que en el había y muchas arboledas». Una teoría, de tradición oral, lo atribuye  al nombre de un coronel cuya viuda cedió estas tierras a sus pobladores con la condición de que le pusiesen a la villa el apellido de su esposo. Mientras que otra hipótesis más actual lo relaciona con el topónimo «Val-» (valle o lugar rodeado de montañas) y «-hazuelas». Pero nada está probado a día de hoy.

Durante la Edad Media, Valenzuela fue una pequeña aldea sujeta a la jurisdicción de Almagro, y que en ocasiones y debido a epidemias o malas cosechas estuvo a punto de desaparecer (el año más crítico fue en 1507 cuando su población se vio reducida a solo 13 vecinos). Durante estos siglos, su concejo pleiteará con sus vecinos -Granátula y Almagro- por cuestiones de pastos en las dehesas y sobre todo para recuperar su título de villazgo.

La tan ansiada libertad no llegará hasta el año 1538, cuando Valenzuela recupere la categoría de «Villa de por sí con jurisdicción alta y baja, y mero, y mixto imperio como antes solía» mediante pago de 2.000 ducados a la Real Hacienda, necesarios para las guerras que Carlos I llevaba a cabo en Europa y el Mediterráneo. Como muestra de gratitud el Concejo adoptó como armas propias el águila bicéfala del emperador, junto a la Cruz de Calatrava (a cuyo señorío perteneció), el castillo (a cuya sombra de cobijaron los primeros pobladores) y el tosión de oro de la ciudad de Almagro, mientras que el escudo puede verse en nuestra Parroquia.

Estelas visigodas en los muros de la Parroquia.

Sin embargo poco tiempo conservó Valenzuela su libertad. En 1554 la princesa Dña. Juana, acogiéndose a las autorizaciones pontificias para enajenar y vender bienes y vasallos de las Ordenes Militares, vende la villa, su término y su jurisdicción por 10.164.068 maravedíes a Diego Alfonso de Madrid (converso enriquecido, regidor perpetuo de la Ciudad de Almagro e hijo de Marcos de Madrid, tesorero de la Orden de Calatrava). Valenzuela se convierte así en Señorío y Diego Alfonso en su primer Señor. Descendientes de este primer Señor serán Zúñiga, que ascenderán a la hidalguía y gobernaran la villa durante el siglo XVII, y posteriormente los Osorio que en 1773 conseguirán el Marquesado de Torremejía como pago a sus servicios de armas en Italia.

Foto del último Marqués de Torremejía.

Durante estos siglos Valenzuela vivirá de la agricultura y los pastos, siendo la institución de la Mesta y las cañadas ganaderas que atraviesan el término importantísimas para su desarrollo económico y demográfico. Los Señores y Marqueses de Torremejía contarán con monopolios (como el molino, la bodega y la almazara), nombrarán alcaldes mayores o regidores, darán los cargos del concejo y serán grandes propietarios de tierras y rebaños, mientras sus súbitos se dividían en clases sociales, desde los más pudientes, ricos labradores que controlaban el ayuntamiento, hasta los jornaleros o pobres de solemnidad que solo tenían sus manos o la caridad como forma de ganarse el sustento.

La villa será rica en fiestas y tradiciones. A las antiguas cofradías medievales, como la de Santa María o Nuestra Señora de la Nava, vinieron a sumarse otras, como la de la Vera Cruz (1552), la del Santísimo Sacramento, el Cristo de la Clemencia, y la Soldadesca de Nuestra Señora del Rosario, cada una de ellas con su organización, imagen, insignias y fiesta o colocación, mientras que otras fiestas más antiguas irán desapareciendo (como las promesas o votos a San Agustín y a Santa Marina). Del mismo modo también se arruinarán y desaparecerán las ermitas medievales, Santiago de Villamar (en la Dehesa de Valdelope), Nuestra señora de la Nava y San Agustín, aunque sobre los cimientos de esta última se construirá a finales del siglo XVII la ermita del Cristo de la Clemencia, famosa por sus milagros.

El siglo XIX será un siglo convulso, sobre todo en su primera mitad, Valenzuela se verá afectada por la Guerra de la Independencia y las sucesivas guerras carlistas. Los señoríos serán suprimidos por las Cortes de Cádiz (1812) aunque los Marqueses de Torremejía seguirán manteniendo sus propiedades e influencia social en Valenzuela. Con el fin de estas guerras en la década de los 30 siglos XIX y el comienzo del proceso desamortizados (la venta de tierras de la iglesia y el concejo) se pone en explotación el campo, llega el capitalismo agrario, que trajo a nuestra comarca una época, un siglo, de interrumpidamente hasta llegar a superar los 2.000 habitantes. Aparece una sociedad típicamente clasista: una burguesía rural enriquecida por el proceso desamortizados, que controlaba el poder político local (el ayuntamiento) y la propiedad de la tierra, frente a toda una masa de jornaleros, más o menos humildes, que trabajaban para ellos, entre ambos extremos también se dará un desarrollo del comercio, la artesanía y los oficios. Durante estás décadas se construyen las principales mansiones del pueblo, pero también se empiedran las calles, se construye la glorieta, las zanjas de canalización del Pellejero, la prensa o molino aceitero, el pósito de cereal, se crean las primeras escuelas y puesto médico, y se traslada el cementerio a las afueras del pueblo. Aparecen comercios, talleres de carpintería, panadería, carnicería pública, fragua, e incluso el casino. Valenzuela atrae agente de toda la comarca y aún de más lejos, sobre todo en épocas de faenas agrarias como la recolección de la aceituna sobre todo la siega del cereal.

El Arroyo Pellejero, en uno de los últimos años en los que ha corrido su cauce
Escuela de niñas en Valenzuela en 1890.

La década de los 30 del siglo XX, con la agitación política que supuso la II República y sobre todo la Guerra Civil, puso fin a esa etapa de crecimiento y relativa prosperidad. Esta segunda posguerra, aparte de hambre y miseria, conllevó los comienzos de la mecanización y modernización agraria. La población rural comenzará a emigrar a otras regiones más ricas e industriales del país, incluso del extranjero. Éxodo rural, sangría demográfica, cuyos efectos aún se pueden ver en la actualidad.

En el último tercio del siglo XX, la transición a la democracia y la modernización de nuestro país traerá mejoras económicas y servicios sociales para nuestros pueblos, como podemos observar en la importantes obras públicas llevadas a cabo durante estas últimas décadas: alcantarillado, viviendas sociales, biblioteca, consultorio médico, piscina municipal, residencia de ancianos, nuevas escuelas, polideportivo, albergue juvenil, auditorio…etc. Progreso en el ámbito rural que esperamos continúe.